El amor es fuerte como la
muerte, los celos son crueles como la tumba"
(Salomón)
(II parte)
Y es que son innumerables
las escenas de celos que he presenciado en la vida, unas simpáticas, otras
menos.
Recuerdo con bastante
énfasis la tarde que nos reunimos en casa de los amigos de la Universidad,
Carlos y Yasmina.
Nos dimos cita en su
apartamento de Luyanó y celebrar juntos su quinto aniversario de bodas.
Después de tomarnos en el
balcón unos mojitos cargaditos con buen ron, lima y yerba buena, acompañados de
chicharrones de puerco y de pellejos de pollo bien fritos…puro colesterol.
Todo fue amenizándose con
buena música de los años 80, dando preámbulo a la cena en la vieja mesa de
formica de ocho comensales del desvencijado comedor de la casa, aunque sus
grotescos muebles se empeñaran en destilar un orgulloso olor a caoba.
De primer plato un
desgranado y mantecoso congrí* seguido de un cerdo previamente asado envuelto
en hojas de plátano, dos fuentes de ricos tostones y otra con yuca tan blanda
casi crema, acompañada de unas malanguitas** fritas.
Yasmina, digna heredera de los ojos verdes
aceitunas de su abuela Gina , la cual
estaba orgullosa de sus raíces española y mora; era en la cocina tan
hábil que todo tenía su sello propio.
_Deberías abrir un
restaurante
_Sí? Y entonces para que
me quemé tanto las pestañas en mi carrera de Electrónica.
No podré olvidar la sorpresa que nos reservaba
de postre.
Ella sirvió una espesa
mermelada de guayaba*** acompañada de queso blanco camagüeyano, llegaba bien
dosificada, repartida en menudos cuencos para complacer por igual a los once
comensales que pecábamos de una gula insatisfecha.
Ante nuestro asombro, el
que le correspondía a Carlos, carecía del dulce escarlata, en su lugar,
resplandecía justo al centro una horquilla de pelo, la cual, asía con pujanza
una hebra ensortijada color cobre, como un fiel reclamo de la atención de
todos. Para los que ya habíamos observado su familiar serpenteo y tamaño, nos
costó poco adivinar que su origen provenía de zonas más eróticas que la propia
cabeza.
Tiempo después, fue mi propia amiga quien me
confesó que había hallado la "prueba del delito” pegada como un moco en la
parte reversa de un calzoncillo de su consorte.
El caso fue que la risa
nerviosa y ojos como platos, que en un inicio involucró por igual a todos los
invitados, quedó relegada a un segundo plano al ver la cara descompuesta de
aquel hombre estatua incapaz de levantar la vista del mantel floreado.
Fue entonces, que la solemne anfitriona alzó
la copa de vino y nos reclamó un brindis por esos cinco años y por su adúltero
marido, que tan fácilmente relegaba el incondicional amor de su mujer ante el
contoneo peligroso de una fugaz pelirroja.
El silencio se apoderó
del lugar, terminamos la inacabable sobremesa y adelantamos con mucho nervio y
poca fuerza la hora de marcharnos.
Hoy, a quince años de
aquel encuentro, les puedo comentar para su sosiego, que no fue el pelillo
impúdico la causa que acabo con la relación de mis amigos, la que perduró otro
lustro antes de verlo partir rumbo a otros cielos más norteños, que, sin duda,
le depararían nuevos amores de bermejas, pero con seguridad, nunca más la rica
sazón de Yasmina.
También por estos días me viene a la mente la
graciosa historia de mi vecina Baby con aquel flamante trigueño de pelo en el
pecho y anchas espaldas, que bien podía pasar por su sobrino pequeño, pero en
cambio era su “novio”, y también el carnicero del barrio. Tremendo tipo para
algunos y para otros, entre los que me incluyo, una perfecta cara dura.
Este trabajador de las
prietas y" peligrosas carnes", nunca supuso, que unos meros frijoles
iban a terminar con sus continuas aventuras estilo Don Juan en pleno Reparto de
Santos Suarez.
Les cuento que la señora,
que vivía sola con su amante, encontró flotando en la tasa de su baño, restos
de excremento de su entrañable querubín.
Ahí permanecían las negras alubias,
aferrándose unas a otras para no ahogarse.
Holmes, Hércules Poirot,
y hasta el mismísimo Mr. Monk no hubieran unido tan fácilmente las piezas de
este suceso, pero para Baby, que solo se dedicaba a comer papas fritas, pizzas
y solomillo a la plancha, porque era nada diestra en la cocina, solo le bastaba
un detalle:
Ella nunca haría ese
potaje en su vida.
Todavía me sacudo las orejas para sacarme de
ella los gritos de la mujer al dependiente, al que le aumentó sin duda alguna
su fama en el barrio, pero no precisamente como mujeriego.
Y así pudiera seguirle contando tantas
anécdotas, si no fuera porque esta nariz, que, por grande, nunca me ha
traicionado, me está indicando que debo apagar el arroz con pollo y los
pimientos que puse en la olla hace ya media hora.
! ¡Caray! ¡Y qué buen olor!
Lo cierto es que con la
cocina a veces se me va la mano con el sabor que le pongo, y no es que no tenga
abuela, que tampoco me queda.
¿Pero a mi recién
estrenado novio le encanta repetírmelo, ufff…y aún no ha llegado?
¿Cómo es posible que haya
pasado el tiempo tan rápido y no me haya dado cuenta que es la hora de la
comida?
Pero…es que ya debería
estar en casa.
¡Claro!
El motivo no debe ser
otro que la contadora rubia con patas de grulla que llegó a trabajar en su
oficina hace poco, si yo te digo, que nunca se está tranquila, nada, tengo que
alzar la guardia y estar alerta …bueno, otro día continúo. Ya empiezo a ponerme
nerviosa.
Ahhh y para nada piensen que me he vuelto
celosa ehh, quien lo diría, ¿yo celosa?
Puhfhh en todo caso, pre
ca vi da, que no es lo mismo, jeje. ¿Qué pasa? ¿Es que acaso no me creen?
"El que es celoso, no es nunca celoso con
lo que ve, con lo que se imagina le basta.
(Jacinto Benavente)
Final